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May 24, 2023

México

Necesitamos consolidar y profundizar el actual programa de lucha que conduce el movimiento.

En México, durante décadas las comunidades campesinas y los pueblos indígenas han enfrentado el saqueo y la contaminación del agua por parte de las grandes empresas industriales de la región. Minas, cervecerías, fincas agrícolas, plantas embotelladoras, plantas metalúrgicas y automotrices extraen los recursos de los que sobreviven millones de campesinos, trabajadores y especies del ecosistema. En 2022, el 59,1% de los ríos, arroyos, lagos, lagunas, represas y zonas costeras del país fueron contaminados con daños irreversibles. Mientras tanto, más del 50% del territorio nacional sufre sequías moderadas y extremas. Según datos de la Red Nacional de Medición de la Calidad del Agua.

Tomas de fábricas, bloqueos de rutas, manifestaciones masivas y la formación de autodefensas locales han sido las formas de resistencia con las que estas comunidades han enfrentado al crimen organizado (el narco), la seguridad privada y la fuerza pública estatal. Sin embargo, en los últimos 3 años, las comunidades han iniciado un proceso de vinculación y articulación de luchas locales a nivel nacional. Los primeros esfuerzos se vieron reflejados en la realización de la Asamblea Nacional por el Agua y la Vida que reúne a más de 125 organizaciones y pueblos indígenas de 18 provincias del país. La asamblea ha fortalecido las herramientas de lucha y ha conformado un movimiento que pretende reunir a millones de campesinos y trabajadores, y liderar la batalla con un programa anticapitalista.

Sin embargo, el movimiento es todavía incipiente y, por tanto, de fuerza desigual frente al poder político y económico que ostentan las grandes empresas. A nivel nacional continúan explotando y destruyendo ecosistemas, mientras persiguen, secuestran y asesinan a campesinos e indígenas defensores territoriales. Por eso, como socialistas debemos ofrecer las respuestas adecuadas para que el movimiento, reunido en Asamblea, se organice, crezca, se fortalezca y libre una verdadera batalla contra el capitalismo y sus asesinos corporativos.

En los últimos meses se han presentado diversas presiones y agresiones por parte del Estado mexicano, empresas capitalistas y grupos criminales contra activistas del agua y comunidades indígenas que resisten, a diario, el despojo de agua que provocan las grandes industrias: resultado de la facilidad con que el capitalismo puede buscar desmantelar luchas aisladas y locales. Por esta razón, necesitamos con urgencia discutir los próximos pasos dentro del movimiento nacional en defensa del agua. Debemos abandonar la lógica de las batallas aisladas y construir una organización nacional que pase de la resistencia continua a la ofensiva total, una organización que combata cara a cara las agresiones de la burguesía.

Ha habido hechos sumamente preocupantes durante la lucha, como los asesinatos de Félix Vicente Cruz en Oaxaca, Nemesio Zambrano, Miguel Estrada y Rolando Mauno en Michoacán, así como la desaparición forzada de Ricardo Lagunes y Antonío Díaz, todos activistas defensores de la tierra. y agua . . . . Asimismo, se ha recrudecido el hostigamiento judicial por parte del Estado mexicano contra los defensores Miguel López y Alejandro Torres del Frente Unido de los Pueblos en Juan C. Bonilla, Puebla. La persecución política de comunidades enteras como el pueblo náhuatl de Ostula, el pueblo binnizá de Puente de Madera en Oaxaca, la comunidad maya de SITILPECH en Izamal y el Consejo Autónomo de Santiago Mexquititlán en Querétaro.

La intensificación de los ataques perpetrados por los capitalistas y el gobierno no son casuales. Durante este período, las comunidades han ganado múltiples amparos legales para detener las operaciones de minería, fábricas textiles, plantas embotelladoras, plantas termoeléctricas y otras industrias extractivas en los estados de Oaxaca, Veracruz, Querétaro, Coahuila, Puebla, Yucatán y Quintana Roo. Las experiencias más recientes de organización reflejan la fuerza con que las masas empiezan a luchar contra las empresas multinacionales que saquean los recursos de la región. Acciones como el cierre de pozos, la ocupación de plantas extractoras, bloqueos de rutas, disputas judiciales y la formación de autodefensas comunitarias son el resultado de cientos de asambleas realizadas en las que se agrupan y movilizan importantes sectores de estas comunidades. Sin embargo, es claro que a tal acción hay una reacción. La organización popular de los pueblos indígenas contra los megaproyectos y las industrias capitalistas aterroriza a la clase dominante, empujándola a recurrir a otras medidas no legales para destruir el movimiento: ejecuciones extrajudiciales, homicidios perpetrados por el crimen organizado, secuestros, persecución judicial, chantaje, policía brutalidad, hostigamiento y desapariciones forzadas.

Es un hecho que ahora, tanto el Estado mexicano, como el crimen organizado y las empresas multinacionales, buscan cooptar, a través de golpes locales y aislados, todas las iniciativas que respondan a una sola causa común: luchar contra el sistema capitalista. y sus asesinos corporativos. Ante esta alarmante situación, el movimiento debe reconocer que nuestras acciones y métodos de lucha hasta este momento han sido batallas sin mucho eco; local, aislado y temporal. Todo mientras el capitalismo opera como una gran máquina de guerra, una que una pequeña escaramuza no puede dañar. Es aquí donde debe expresarse la autocrítica dentro del movimiento, combatiendo ciertas ideas sobre la estrategia que nos pueden llevar a graves derrotas e ilusorias esperanzas.

Los importantes esfuerzos realizados en las últimas dos asambleas nacionales Por el Agua y la Vida (2022 y 2023) fueron el primer paso y un ejemplo del poder de unión que podemos lograr cuando tratamos conscientemente de construir una organización nacional para luchar contra el saqueo del agua. en todos los rincones del país donde el capitalismo explota y contamina nuestros ríos y lagos. A partir de estos eventos aprendimos y compartimos experiencias y herramientas de lucha que enriquecieron nuestra comprensión general de la crisis que sufrimos actualmente. Los principales acuerdos fueron la Ley de los Pueblos, para elaborar un directorio nacional de organizaciones, un programa nacional de lucha y la agenda anual de intervenciones conjuntas en cada estado de la república. El movimiento entró en una nueva fase organizativa, madurando la estrategia y los métodos de lucha.

La Ley de los Pueblos es un decreto lanzado por el Consejo Nacional Indígena que promueve la acción directa y la ocupación de predios industriales y pozos de agua en regiones indígenas. Esto permite que las comunidades indígenas controlen las regiones campesinas, de manera democrática, a través de sus "usos y costumbres". En los últimos años, esta ley se ha extendido en varios territorios de la República donde habitan comunidades indígenas, para ocupar y expulsar las industrias que operan en sus pueblos. Tanto el programa de lucha como la agenda nacional de expulsión fueron dos documentos aprobados por unanimidad de la asamblea, y contienen los primeros objetivos que debe cumplir el movimiento en los próximos meses: expulsar a las empresas transnacionales que saquean recursos, detener la persecución de activistas , el rechazo total a la construcción del Tren Maya y megaproyectos del gobierno federal.

Sin embargo, es cierto que también hubo errores y vacilaciones de ideas que pueden ser problemáticas en el futuro, en la búsqueda de mayores victorias. A continuación, presentamos una serie de temas que deben ser discutidos por el movimiento y resueltos en el próximo período de lucha.

En los últimos años ha habido importantes victorias y acciones directas, como la toma de la planta Bonafont en Juan C. Bonilla por parte de los pueblos nahuas de la región de Popocatepetl, experiencia que marcó a toda una generación de activistas ambientales que siguieron de cerca lo ocurrido en la región. Sin embargo, un año después de la toma, la "casa de los pueblos de Atepelmecalli" (como la rebautizó la comunidad) fue desalojada mediante una brutal represión estatal, ejercida por la Guardia Nacional y la Policía Federal. Ahora la gran empresa ha recuperado el control de la planta y la está reutilizando para continuar con su funcionamiento normal.

Este lamentable hecho debe dejarnos una valiosa lección: que la clase dominante tiene a su disposición todos los recursos y medios necesarios para enfrentar a las masas cuando se levanten en lucha. La burguesía no es tonta ni se queda de brazos cruzados cuando los trabajadores se organizan para combatir las injusticias y desigualdades de un sistema que produce miseria. En este caso, la facilidad con que los empresarios de Bonafont, en complicidad con el Estado mexicano, atacaron a la comunidad nahua solo demuestra que quienes están en el poder tienen los números, las armas y el dinero para imponer su dominio.

Dado lo anterior, debemos abandonar las creencias y afirmaciones sobre la excepcionalidad y peculiaridad de las luchas en “diferentes geografías” y hacer un análisis general de las distintas vías de despojo que se conectan a los grandes circuitos comerciales del mercado global. Bonafont, los narcos, los corruptos políticos locales y el gran capital, todos representan, con diferentes rostros, el sistema económico que explota todos los rincones de la tierra. Sacar estas conclusiones políticas ayudará al movimiento a abandonar enfoques antiguos y obsoletos y permitirá que las demandas de las masas se generalicen a nivel nacional, construyendo una lucha cohesiva y coordinada contra las principales industrias.

La pasada Asamblea Nacional dio pasos significativos en cuanto a la conformación de comisiones y distribución de tareas para realizar actividades concretas en lo que resta del año. Sin embargo, los informes de las discusiones y los comunicados de prensa son vagos en cuanto a las formas en que se votaron y delegaron los acuerdos. En ausencia de claridad, es probable que haya una gran confusión en la práctica de la toma de decisiones colectiva. ¿Cuál es la forma más democrática de votar las resoluciones de la asamblea? ¿Quién debe votar las resoluciones? ¿Y quién debe hacer el seguimiento de las tareas? Estas preguntas son el ABC del proceso de organización de un movimiento. Para que la asamblea tenga una capacidad de respuesta rápida y una fuerza de combate eficaz, se requieren estructuras fuertes, centralizadas y democráticas, donde las resoluciones se hagan cumplir con el mayor compromiso de las organizaciones y comunidades que integran el movimiento.

En la próxima Asamblea Nacional es posible que una de las discusiones centrales gire en torno a este tema: cómo lograr un movimiento que tenga una dirección que asegure que el programa, los comités y las acciones de masas logren victorias significativas y con mayor capacidad de resistir las contraofensivas de la burguesía. Paradójicamente, el estado capitalista tiene sus órganos de toma de decisiones antidemocráticos y su cadena de mando para ejecutar sus órdenes. Mientras sigamos apoyándonos en las resistencias de las "diferentes geografías" seguiremos viviendo de victorias esporádicas y efímeras. En el período actual es fundamental que construyamos una estructura organizativa a nivel nacional, que coordine nuestros esfuerzos, que pueda llevarlos a un nivel de lucha más desarrollado que no se limite a las pequeñas comunidades.

Desde hace años es un hecho que la mayoría de las batallas y experiencias de lucha en las comunidades y pueblos rurales se han desvinculado de lo que sucede en las grandes ciudades. Este distanciamiento ha generado demandas y consignas que no conectan, o lo hacen mínimamente, con las luchas de los trabajadores en las ciudades. Un ejemplo actual de ello es la falta de claridad política de nuestro movimiento ante lo que está pasando con el aumento de las tarifas de los consumidores por el servicio de agua potable (ya privado en muchos casos) en los hogares del país, la falta de saneamiento y la ausencia del servicio que deja a millones sin agua por días, semanas y hasta meses, poniendo como ejemplo la reciente crisis de escasez de agua que se presentó en Nuevo León el año pasado.

Tenemos que preguntarnos, ¿qué demandan los trabajadores de las ciudades y cómo podemos conectarnos con sus demandas, a través de sus organizaciones de resistencia, para abrir dos frentes de lucha? Las comunidades que asistieron a la asamblea, como las de las colonias Xochimilco y Xoco de la Ciudad de México, se encuentran en medio de una de las aglomeraciones urbanas más grandes del país. Sus métodos y tradiciones de lucha se distinguen de otros pueblos. Las demandas y consignas que componen sus causas tienen que ser incorporadas, discutidas y expresadas plenamente por el movimiento: No al aumento de la tarifa del agua; saneamiento de aguas residuales en barrios pobres; no más escasez de agua; remunicipalización del servicio privado de agua; ¡Comités de abastecimiento de agua bajo control obrero! Si los trabajadores exigimos el saneamiento del sistema de agua, luchemos por ello, si los trabajadores exigimos una rebaja en las tarifas del servicio de agua potable, luchemos por ello, si los trabajadores exigimos el cese de los megacomplejos y bloques de departamentos , luchemos contra ellos.

Debemos reivindicar las demandas y consignas de las comunidades rurales, como la Ley de Pueblos, sin dejar de lado la lucha por las consignas y demandas de las ciudades que comparten sus cuencas y ríos con el campo. La asamblea tiene aún pendiente esta tarea, y si logramos llevarla a cabo podremos ganarnos a una amplia capa de trabajadores que confían cada vez menos en las políticas reformistas y conciliadoras de la Cuarta Transformación, que no han resuelto este problema en curso. crisis, ni la resolverán.

Necesitamos consolidar y profundizar el actual programa de lucha que conduce el movimiento. Un primer paso fueron los acuerdos generales alcanzados en la Segunda Asamblea Nacional por el Agua y la Vida, que en su mayoría tejieron redes de solidaridad y formalizaron dinámicas de trabajo entre diferentes grupos y comunidades del país. Sin embargo, el camino por recorrer aún es largo. Señalar honestamente algunas de las carencias del movimiento actual con el propósito de fortalecer la lucha, debe ser abordado si queremos resistir el embate agresivo del estado, el crimen organizado y la burguesía, y pasar a la ofensiva.

Desde Alternativa Socialista llamamos a la lucha conjunta, no sólo contra el despojo del agua y el territorio, sino también contra todo tipo de opresión que sufre nuestra clase, bajo un sistema de dominación y explotación económica. La lucha por la vida es también la lucha por los derechos de los trabajadores, las mujeres, los jóvenes, los campesinos, la comunidad LGBTQ+ y los pueblos indígenas. Una causa que libere a la humanidad de toda opresión y mantenga una relación equilibrada y ambientalmente responsable con la naturaleza, que solo es posible bajo el socialismo. Luchar por una sociedad socialista es la única alternativa viable frente al fin apocalíptico que presenta hoy el capital y sus industrias de muerte. Porque el trabajador sólo recuperará un contacto íntimo con la naturaleza cuando se libere del trabajo esclavo y de los salarios miserables. Ahí radica la esencia del conflicto y la desconexión de la humanidad con la naturaleza: en las condiciones materiales de existencia y la necesidad de emanciparse de ellas.

En agosto de este año se realizará la Tercera Asamblea Nacional por el Agua y la Vida en Xochimilco, Ciudad de México. Esperamos que, en este próximo evento, los puntos y argumentos presentados en este artículo puedan ayudar en el proceso de aclarar cuáles deberían ser los próximos pasos del movimiento. La crítica adecuada y de camaradería es la mejor manera de vislumbrar nuestras futuras victorias.

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